top of page

Donde me llevo el amor

  • Vanesa
  • 17 abr 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 18 abr 2020

Un día, durante un curso, conocí al amor de mi vida. Aquel que me transmitía, calma, paz y tranquilidad. Los silencios me conmueven, tan solo, puedo escuchar mi respiración al exhalar. Invade cada rincón de mi cuerpo, no tengo intimidad con él. Absorbe toda mi temperatura, hasta dejarme fría. A veces, es cálido, otras veces es frío, nunca sabes que te va a tocar. Cuanto más profundo estoy dentro de su ser, más me cuesta respirar, menos tiempo tengo para estar allí y disfrutar de él. A veces me da por reír, a veces por llorar, otras tan solo, mi cerebro funciona más despacio de lo normal. Cuando me abraza por completo estoy en una situación de ingravidez, siento como si fuéramos un todo. Siempre me pregunto cuando terminamos ¿por qué no podré estar más rato con él?

Entonces, vuelvo de nuevo a la Tierra, preguntándome ¿cuándo podré volver a sentir ese placer? Y si esta sensación tan maravillosa, no es para cambiar mi vida, no se que podría ser.

Lo que parecía algo imposible en ese curso, en el que me enseñaron a respirar, a respetar, a no tocar, a crear un espacio con la naturaleza. A tratar de pasar desapercibido e interactuar lo menos posible con él. Eso que parecía algo inédito, caro e imposible de hacer. Eso es a lo que me dedico.

Foto donada por Steffenie Marie

He creado una relación con el mar que no puedo describir, él ya forma parte de mí, siento que vivo en simbiosis, cuando estoy cerca de él… Olvido de dónde vengo, mis preocupaciones, mis pensamientos… No hay un sólo momento, en el que no me sienta feliz mientras buceo.

Cada día es un día inédito, el mar nunca esta igual. Todos los días algo cambia, la marea, las corrientes, la luz, los animales. Puede ser el mismo sitio, pero cada día es diferente. Esto fue lo que me cambió la vida. Esa capacidad de que yo SOLA podía hacer algo por mi misma, me permitió llegar a dónde hoy estoy.

Mi motivación empieza desde primera hora del día, cuando comienzo abrir los ojos y se que ese día estaré en el mar. Así poco a poco, comienzo abrir mis ojos, localizo donde me encuentro, miro a mi lado ahí esta él tan dormido… Normal son las 6.00 de la mañana me levanto, me ducho y me voy directa al trabajo apenas me miré al espejo, no se con que pelos me habré levantado.

Hoy es mi primer día de trabajo. Hoy tan solo voy a ver los puntos de buceos y aprender como son, no tengo mucho de que preocuparme. Es mi primera vez, en Tailandia en el mar de Andamán. Tengo grandes expectativas, de conocer el barco ver como se hacen las cosas, entiendo que no será muy diferente, pero tengo que verlo.

Espero a que lleguen los clientes con impaciencia, una vez que están todos, cargamos con nuestro cinturón de plomos, que nos ayudará, a bajar al fondo del mar. Nos dirigimos hacia el puerto, allí me espera el barco. Me sorprendo al ver el tamaño, creo que es uno de los barcos más grandes en los que me he montado antes. Es de madera pintado de amarillo con dos plantas, la parte de arriba provista de una mesa y un solárium. La parte de abajo, detrás de la zona del capitán hay una zona para preparar algún te o café, y en la parte trasera es donde puedo ver todas las botellas de buceo, son dos estructuras de metal a la altura de mis muslos, para poder equipar a los clientes sentados. Es super emocionante, desde que conocí el buceo, siempre quise trabajar en Tailandia y aquí estoy por fin.

El barco comienza a moverse y vamos a bucear a Bida Nok, dicen que es mejor sitio que hay alrededor de las islas Phi Phi. Me preparo el equipo y preparada para saltar y ver que me depará… Salto del barco el agua me rodea por completo, me deja atónita la sensación de calor, nunca había buceado en aguas cálidas. Me doy cuenta de que me sobra hasta el neopreno. Mientras el cliente salta miro hacia abajo, me quedo anonadada. No reconozco esos fondos marinos. Había tantos corales y tan diferente unos de otros, desde arriba se convertía en un abanico de colores.

Mi compañero le hace la señal al cliente de descender, comienzo a sumergirme. La visibilidad es tan buena que nada puede quedar escondido, todos los animales están expuestos a nuestra vista, será difícil para ellos encontrar un lugar donde esconderse. La luz del sol ayuda a iluminar aquellas partes donde se hace sombra en la bahía. La arena blanca que refleja los rayos de sol, creando una imagen de iluminación única bajo el agua. Veo a mi compañero señalando algo y me giro en esa dirección… ¡¡¡OOOHH MY GOD!!! Mi primer tiburón en Phi Phi!!

Es de esos tiburones con dientes que te dejan sin aliento y sin respiración. Ahí está delante de mí, no medía más de un metro y medio, todo gris con las puntas de las aletas negras, puedo ver como nada hasta que pasa por unas rocas y desaparece de nuestra vista. Aún no podía creérmelo, ¿Había sucedido de verdad?

Tiburón puntas negras, donada por Steffenie Marie

Mi compañero continúa la inmersión, como si nada, yo permanezco unos segundos paralizada, hasta que veo que comienzan alejarse y recupero mi ser de nuevo. Un par de aletadas mas rápidas de lo normal y ya estaba con ellos.

Poco a poco, nos vamos saliendo de la bahía y veo a lo lejos, una mancha oscura con menos visibilidad. Cuando me voy acercando me doy cuenta de que es un banco de miles de peces juntos, nunca había visto tantos unidos. Me acerco a ellos y me envuelven, dejando una distancia entre nosotros y el banco de pececitos

Son tantos, que no soy capaz de diferenciarlos, al final acaban convirtiéndose en manchas amarillas. Me veo jugando con los peces, como una niña abriéndome camino entre ellos, una sonrisa se dibuja en mi cara por fin estoy aquí, rodeada de tanta naturaleza junta que caigo profundamente enamorada de este mar.




Como todo lo bueno se acaba mi compañero me hace la señal de ascenso y diciéndole hasta mañana al amor de mi vida, convertí esa experiencia en mi día a día.

Comments


Formulario de suscripción

  • facebook
  • instagram

©2020 por Vanesa y su mochila. Creada con Wix.com

bottom of page