Un inolvidable día
- Vanesa
- 25 nov 2020
- 3 Min. de lectura
Sonó la alarma de mi despertador a las 6.00 de la mañana, abrí los ojos me levanté casi de un salto, nunca fui de tener mucho tiempo para organizarme por las mañanas. Me puse la ropa que tenía en el suelo del bungalow, con el primer bikini que encontré y salí a toda prisa de la habitación. Bajé las escaleras me calcé las chanclas y me fui a comprar algo de desayuno antes de encontrarme con mi clienta ese día.
A los pocos minutos apareció, le pregunté algunas tallas sobre los equipos de buceo, preparamos su equipo y nos dirigimos rápidamente al barco. Una vez allí le expliqué donde íbamos a bucear, Chumphon, que podíamos ver, tipos de peces, tiburón ballena con suerte. Una suerte que nunca me acompañaba a mí, llevaba detrás de ese condenado tiburón más de tres meses. Siempre decidía no aparecer cuando yo estaba buceando.
Después de un largo viaje de unos 40 minutos en barco, empezó a minorar la velocidad, estábamos llegando a nuestro destino. Comenzamos a preparar los equipos de buceo, le ayudé a equiparse y cuando estábamos preparadas saltamos al agua. Miro hacia abajo para ubicarme y saber dónde me encuentro exactamente y cuando levanto la cabeza me dice han dicho que hay un tiburón ballena. Le hago la señal de descender y comenzamos a sumergirnos controlando que no bajáramos muy rápido por la emoción.
Delante de mí dándole sentido a mi vida, recordándome porque había luchado tanto para conseguir verle, por fin, se hizo un segundo de silencio, sentí que se me llenaba el pecho de felicidad e incredibilidad que no sabía como gestionar. Era la cosa más bella e impresionante que había visto jamás.

Ahí estaba delante de nosotras el tiburón ballena. Me pregunté ¿esto es real? Tan fuerte era la experiencia que cerré los ojos un par de segundos, no podía creerme lo que está ocurriendo. Los pensamientos se habían desvanecido, no importaba la gente que estaba alrededor para mi estábamos solos en la inmensidad del mar.

No sé como, pero giró y se empezó acercar a mí. Tuve que descender para salirme de su camino. Es impresionante tenerlo tan cerca que podría haberlo tocado. Si es impactante verlo de lado o acercarse. Cuando lo vi desde abajo, y comparé mi minúsculo tamaño con uno de los tiburones más grandes de los fondos marinos... ¡¡Guauuu!!
Los minutos se convirtieron en segundos, el aire iba poniendo ya fecha de caducidad a ese momento, disfrutamos más de 25 minutos de este ser. Nosotras le dejamos nadando y fuimos a disfrutar del punto de buceo, que sin tiburón es uno de los mejores sitios para bucear de Koh Tao. De camino al segundo punto de buceo, me senté en la proa del barco unos minutos, a disfrutar de un mar completamente en calma, que lo único que disturbaba esa tranquilidad era el movimiento de nuestro barco. El viento me daba en la cara, el sol calentaba mi cuerpo, era tan intenso que me obligaba a entornar los ojos.

Ahí estaba yo, oyendo el motor del barco, sentada dándome en sol en la cara. Podía ver toda la línea del horizonte, como se juntaba el mar con el cielo a lo lejos, un olor a sal, a mar, a vida y a energía. Terminamos los buceos, de vuelta a la tierra y a la realidad.
Se convirtió en un día inolvidable.
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