Mis reencuentros en Madrid
- Vanesa
- 26 abr 2020
- 3 Min. de lectura
Abro los ojos y veo que ya estamos descendiendo, parpadeo un par de segundos y miro por la ventanilla. Soy capaz de vislumbrar los alrededores de Madrid. Ya estoy aquí de nuevo, en mi gran ciudad, que me acunó, me vio crecer y desarrollarme como mujer.
Bajo del avión exhausta, aunque dormí siempre me produce, cansancio viajar. Me encuentro en la terminal con otros madrileños y se dibuja una sonrisa en mi cara, a lo que fue mi hogar, durante mas de 28 años de mi vida. Ahí están todos ellos hablando con sus la dije, la compré, el ej que, mazo… Solo me sirve para corroborar aún más mi presencia aquí.
Salgo fuera de la terminal y como es habitual tengo a mi Oscar esperándome. Con los años se ha convertido en una rutina de la vuelta a casa, me espera fiel con su descapotable, con un cálido abrazo y un churr como me alegro de verte. En lo cual, como no es para menos, siempre me emociono, aunque intente controlar las lágrimas, a veces no lo consigo. Somos amigos desde el instituto, crecimos en el mismo barrio y es parte de la familia que he elegido mantener en mi vida.

Vamos a desayunar algún sito que conozca, al final Madrid después de 4 años, ha cambiado tanto que ya no lo reconozco muchas veces. Confío en que me llevará un sitio genial. Ahí estamos con nuestras tostadas con tomate, el un café con leche, y yo con un té poniéndonos al día de las últimas novedades.
Gracias a las comunicaciones, nos mantenemos bastante informados de lo que nos sucede. Aun así, siempre tenemos cosas que contarnos y de disfrutar, ese momento presente el uno con el otro.
Después de esa bienvenida me deja en casa de mi prima, es la casa de acogida que tengo siempre que vengo a Madrid. Mi prima es la hermana que no tuve y yo la hermana que no tuvo, nos criamos juntas, incluso en diferentes momentos de nuestras vidas hemos convivido.
Comienzo a mirar mi agenda, una que me creo cada vez que vengo a Madrid con los horarios y lugares donde voy a encontrarme con mis amig@s y familia.

Estos días se convierten en un ir y venir por todo Madrid, eso si, sin prisa, que estoy de vacaciones. Los días pasan en una especie de montaña rusa de sentimientos, abrazos, besos, buenos deseos, buenos momentos y preciosos recuerdos. Que los recibido con sonrisas, con emoción, con felicidad…
Me reactivo de energía con toda mi gente, con todas sus sonrisas al verme. Me es inevitable sentir una melancolía por esos tiempos que fueron y que no volverán. Estando cerca de la gente que me levantó, cuando me caí, no una si no mil veces, que me abrazaron cuando lloré, que me dejaron dinero cuando no llega a final de mes y que me apoyan incondicionalmente en cada sueño y en cada locura de mi vida.
Fotos Donadas por Enmanuel Oliva
No puedo olvidar esos días con mi abuela, mis tías y mis primas. Aquellas primis que cogí en brazos cuando eran pequeñas y las vi crecer. Ahora ya no es que sean más altas, si no que son todas unas mujercitas. Siempre que se que es el último día de verlos, también me emociono es duro tenerles lejos, sobre todo, porque en muchos casos no hablo con muchas de ellas cuando estoy fuera. Mi familia siempre ha sido una familia piña, por lo que se le echa mucho de menos desde que me fui.
La verdad que aun que Madrid fuese mi hogar, lo que hago me hace más feliz.
Como bien dice el refranero español: No se puede tener todo en esta vida.
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